
Internet es una herramienta que facilita el intercambio de información entre personas. Esto ha provocado que los usuarios conciban la Red como ese inmenso lugar donde todo se puede encontrar, y además, de forma gratuita. Esta concepcion se vio fortalecida con el avance de los programas P2P, los cuales permiten intercambiar archivos entre usuarios. Por tanto, éstos ya no necesitan comprar algo material, sino que pueden tenerlo intangiblemente en su ordenador, gratis y sin salir de casa.
A priori, puede sonar bastante tentador, pero...¿qué hay de esas personas que han invertido esfuerzo, dinero y tiempo en crear una obra? Posiblemente, si ésta no resulta rentable, el autor pierda cualquier tipo de incentivo para volver a publicar nada. Así, asistimos a la cara negativa de Internet: mientras unos se esfuerzan, otros no valoran su trabajo, copiándolo sin pedir permiso. Como explica Andrew Shapiro, Internet es una "gigantesca máquina de copiado".
También existen otras alternativas, como el copyleft o los Creative Commons. En el primer caso, se trata de publicar una obra gratis que está al alcance de todo el mundo, pero con la condición de mantener los derechos de autor; de esta manera, el creador sólo busca el reconocimiento a su trabajo, pero en ningún momento tiene fines lucrativos. La otra vía son los Creative Commons. Su objetivo es muy parecido al copyleft, esto es, poner licencias en dominio público, pero se diferencia de aquel en que no todos pueden acceder a dicha licencia, sino sólo quienes ellos quieran.
En ambos casos, tanto el copyleft como los Creative Commons son herramientas de distribución lícitas. Sin embargo, no sucede lo mismo cuando en Internet se toman "prestadas" licencias de copyright. En este caso estamos ante un caso de violación de los derechos de autor. Para colmo, es muy complicado legilslar y castigar a todos los que infringen este derecho en la Red, debido a que hay muchos millones de usuarios que hacen esto, y por tanto, es imposible encontrar a cada uno de ellos para juzgarles.

Pero con el Digital Rights Management (Sistemas Digitales de Gestión de Derechos) esto no ocurre. Este sistema restringe, mediante un formato de seguridad, cuántas veces se puede reproducir un contenido y en qué formato. Personalmente, creo que esta tecnología no llegará a triunfar, porque el público se lo tomará como un abuso, ya que si pagan es para hacer con ella lo que quieran. Como dice Carlos Feijoo, "el precio tendrá que tener una relación con el número de usos. Es como si te compras un coche y sólo vale para una carretera".
La otra opción para paliar la piratería es el famoso canon digital, que consiste en imponer un coste extra a los soportes digitales. Esto repercute en el comprador, que pagará más por un CD virgen o por un equipo de DVD para compensar por las posibles copias privadas que pueda hacer.
En cualquier caso, Internet ha cambiado la manera de entender el derecho de autor. En un mundo digitalizado, casi cualquier cosa se puede piratear. Por eso habrá que buscar soluciones para que nadie salga perdiendo: ni el usuario que tiene derecho al acceso a la cultura, ni los autores, que también necesitan que sus obras sean reconocidas y en muchos casos, pagadas por los consumidores. Si bien es cierto que es casi imposible condenar a todos los ciberpiratas, también lo es que en el terreno legislativo existe mucha hipocresía, porque si quisieran, podrían prohibir programas de P2P tan populares como el eMule, de los cuales conocen su existencia; y sin embargo, éste sigue activo. Por tanto, ¿se persigue la piratería tanto como se hace gala desde las instituciones públicas, o éstas podrían hacer más al respecto? De nuevo habrá que esperar un tiempo para saber los resultados, porque Internet está aún en su fase primigenia.
De momento, el Gobierno español da su total apoyo a medidas como la tomada por la SGAE de implantar un canon digital en todos los productos tecnológicos.