miércoles, 28 de mayo de 2008

Los contenidos de Internet, en la frontera de la legalidad

¿Es Internet un lugar donde no existen los derechos de autor? Esta es la gran pregunta que se puede extraer del libro de Javier Cremades 'Micropoder. La fuerza del ciudadano en la era digital'. En sus páginas aborda de manera minuciosa un problema que trae de cabeza a intelectuales y juristas, que no es otro que los vacíos existentes en el Derecho para proteger la propiedad intelectual y el derecho de copia. Pero pronto han surgido voces discrepantes que abogan por una circulación libre y gratuita de la información. El debate está servido.

Internet es una herramienta que facilita el intercambio de información entre personas. Esto ha provocado que los usuarios conciban la Red como ese inmenso lugar donde todo se puede encontrar, y además, de forma gratuita. Esta concepcion se vio fortalecida con el avance de los programas P2P, los cuales permiten intercambiar archivos entre usuarios. Por tanto, éstos ya no necesitan comprar algo material, sino que pueden tenerlo intangiblemente en su ordenador, gratis y sin salir de casa.

A priori, puede sonar bastante tentador, pero...¿qué hay de esas personas que han invertido esfuerzo, dinero y tiempo en crear una obra? Posiblemente, si ésta no resulta rentable, el autor pierda cualquier tipo de incentivo para volver a publicar nada. Así, asistimos a la cara negativa de Internet: mientras unos se esfuerzan, otros no valoran su trabajo, copiándolo sin pedir permiso. Como explica Andrew Shapiro, Internet es una "gigantesca máquina de copiado".

También existen otras alternativas, como el copyleft o los Creative Commons. En el primer caso, se trata de publicar una obra gratis que está al alcance de todo el mundo, pero con la condición de mantener los derechos de autor; de esta manera, el creador sólo busca el reconocimiento a su trabajo, pero en ningún momento tiene fines lucrativos. La otra vía son los Creative Commons. Su objetivo es muy parecido al copyleft, esto es, poner licencias en dominio público, pero se diferencia de aquel en que no todos pueden acceder a dicha licencia, sino sólo quienes ellos quieran.

En ambos casos, tanto el copyleft como los Creative Commons son herramientas de distribución lícitas. Sin embargo, no sucede lo mismo cuando en Internet se toman "prestadas" licencias de copyright. En este caso estamos ante un caso de violación de los derechos de autor. Para colmo, es muy complicado legilslar y castigar a todos los que infringen este derecho en la Red, debido a que hay muchos millones de usuarios que hacen esto, y por tanto, es imposible encontrar a cada uno de ellos para juzgarles.

Una forma de solucionar esta piratería es utilizando los mismos medios. Para ello, se han creado programas de descarga de vídeos, música, etc. pero con la característica imprescindible de que en este caso, sí que se paga por el producto adquirido. De esta manera, se consigue acercar al internauta la comodidad de bajarse archivos pero de una forma legal. Quizá esto se vea mejor con un ejemplo: iTunes. Esta tienda virtual ideada por Apple ha resultado ser un éxito. En ella se pueden encontrar millones de canciones descargables a un precio de 0,99€ cada una. En pocos años ya se han sobrepasado los 100 millones de descargas. Además, quien compra una canción la puede almacenar en el disco duro, en un CD o cualquier otro formato físico y escucharla tantas veces como desee.

Pero con el Digital Rights Management (Sistemas Digitales de Gestión de Derechos) esto no ocurre. Este sistema restringe, mediante un formato de seguridad, cuántas veces se puede reproducir un contenido y en qué formato. Personalmente, creo que esta tecnología no llegará a triunfar, porque el público se lo tomará como un abuso, ya que si pagan es para hacer con ella lo que quieran. Como dice Carlos Feijoo, "el precio tendrá que tener una relación con el número de usos. Es como si te compras un coche y sólo vale para una carretera".

La otra opción para paliar la piratería es el famoso canon digital, que consiste en imponer un coste extra a los soportes digitales. Esto repercute en el comprador, que pagará más por un CD virgen o por un equipo de DVD para compensar por las posibles copias privadas que pueda hacer.

En cualquier caso, Internet ha cambiado la manera de entender el derecho de autor. En un mundo digitalizado, casi cualquier cosa se puede piratear. Por eso habrá que buscar soluciones para que nadie salga perdiendo: ni el usuario que tiene derecho al acceso a la cultura, ni los autores, que también necesitan que sus obras sean reconocidas y en muchos casos, pagadas por los consumidores. Si bien es cierto que es casi imposible condenar a todos los ciberpiratas, también lo es que en el terreno legislativo existe mucha hipocresía, porque si quisieran, podrían prohibir programas de P2P tan populares como el eMule, de los cuales conocen su existencia; y sin embargo, éste sigue activo. Por tanto, ¿se persigue la piratería tanto como se hace gala desde las instituciones públicas, o éstas podrían hacer más al respecto? De nuevo habrá que esperar un tiempo para saber los resultados, porque Internet está aún en su fase primigenia.

De momento, el Gobierno español da su total apoyo a medidas como la tomada por la SGAE de implantar un canon digital en todos los productos tecnológicos.

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